No hará falta que me
presente ante usted, pues ya sabe quién soy. Espere, ¿no sabe quién soy?, ¿me
he equivocado? Discúlpeme, ha sido un error mío. He sido muy maleducado al
suponer que ya me conocía de antes, como si ya tuviera una fama tan grande que sería
imposible no identificarme. A veces mi ego me puede. Ruego que me perdone,
créame cuando le digo que los británicos somos los más educados del mundo, ¿no
cree?
Para compensar este
malentendido, me presentaré de la manera más original posible. Puede que, más
tarde, pueda reconocerme. Empezaré mostrándole mi querida ciudad, la capital
del gran Imperio y del mundo entero: Londres.
Observe estas calles
iluminadas con el sol otoñal. Los hombres caminan tranquilamente dirección a
sus lugares de trabajo, dejando que las damas disfruten de la tarde del té
mientras sus hijos juegan en los parques o en sus casas. El día en West End se
llena de vida, de elegancia y de clase. Símbolo de esta zona y de todo nuestro
poder es el Big Ben, el gran reloj que marca nuestras horas fugaces.
Si me lo permite, diré
que siempre sentí un fuerte rechazo hacia ese reloj, y creo que todos
deberíamos sentirlo. Puede que ese reloj nos ayude a nuestra organización y a
disfrutar del tiempo, pero para mí representa una fuerte fugacidad de la vida.
Cada minuto que nos señala es uno menos que tenemos, y no nos damos cuenta,
pero todos los relojes son controlados por la fina mano de la muerte.
Le confiaré un secreto:
yo también ayudo a que el reloj fluya y no se pare nunca. No, no soy relojero
ni nada de lo que usted está pensando, pero ya le he dado una pequeña pista de
mi identidad.
Como le iba diciendo,
no sólo el Big Ben, sino todo West End es símbolo del poderío de nuestro
Imperio. Aquí mostramos la auténtica cara al mundo. Una ciudad llena de
riqueza, de negocio, de avance y de cultura. Londres es nuestro presente.
Londres es vuestro futuro.
Claro que, como
comprenderá, todo lo que digo roza la utopía. Ya me gustaría a mí que la realidad
fuera así, pero no; todo diamante debe pulirse.
Me avergüenza
enseñarlo, pero aquí también vive la cloaca de Europa. Mírelos. Son todos
vagabundos hambrientos, niños desnutridos, sodomitas, pedófilos; gente sin
pasado ni futuro. En el fondo me dan bastante lástima, pues son personas sin
aspiraciones. Los niños están condenados a vivir de frío o de hambre, y los que
tienen suerte no vivirán más de cuarenta años. Y si lo consiguen, se volverán
completamente locos. Lógico, pues yo he experimentado esa locura.
Sin embargo veo una
lacra aún mayor que reina en el East End. ¿Lo ve allí? ¿Ve a dos personas,
mujer y hombre? No son para nada un matrimonio o una pareja de novios que pasea
por estas sucias calles. Es una prostituta prestando su "servicio",
si es que acaso lo podemos llamar así. ¿Lo ve? Ahora giran en esa esquina,
donde consumarán por un par de peniques.
Lo peor son los hombres
de la clase alta que se prestan a ello, aquéllos que daban nombre al Imperio. Caen ante esas
mujerzuelas borrachas para recibir algo más que simple placer. Tendrán suerte
si no se les cae la cara dentro de diez años por sífilis. Y ya no hablemos de
esos que prefieren la compañía masculina en los burdeles de Cleveland's Street…
Reconozco que yo
también caí ante ellas. Me trajeron la locura, por culpa de una enfermedad tan
incurable que ni yo mismo pude curarla a pesar de mis altos conocimientos; que
hizo que se me echasen de mi mundo, vagando ahora por toda la ciudad buscando
un lugar en el que vivir. Curioso, porque es aquí, en Whitechapel, donde he
hallado mi hogar.
Y es gracias a ello que
ahora me siento el rey de este lugar. Soy el único que puede hacer cambiar la
vida de estas pobres criaturas, siempre y cuando corte de raíz el problema, la
cual se esconde tras esas esquinas.
¿Usted sabe lo que es
la sensación de ser como un fantasma la noche de niebla otoñal?
¿Sabe lo que es vigilar
cada paso que de una mujer por la calle, eligiendo cuál se sacrificará por el
bien común?
¿Sabe lo que es
engañarla, seducirla, y arrastrarla al abrazo de la oscuridad?
¿Sabe cómo es el dulce
sonido de un grito ahogado por el filo de un cuchillo en el cuello?
¿Sabe lo que es tener
el poder en tus manos para manipular un cuerpo y manchar tus manos de sangre?
No conozco el
remordimiento. He de aguantar la risa floja y el nerviosismo para no ser
descubierto por nadie. Hubo una vez que por poco me pillaron in fraganti, y al
no poder terminar el trabajo, otra tuvo que pagar por el error de otro. Siempre
que acabo siento una inmensa euforia indescriptible. Tal vez la gente no lo
entienda, pero todo lo hago por el bien común…, y el propio.
Oh, disculpe, ¿ya sabe
cómo me llamo no? Es bastante inteligente, me ha sorprendido cómo en tan poco
tiempo lo ha averiguado. Lógico, ya he revelado alguna información que me
identifica. Los hombres y mujeres de su siglo querrán saber mi verdadera
identidad, pero ese secreto me lo llevaré al más allá. Sin embargo, sí que
puedo confirmarle mi pseudónimo.
Sí, soy yo: Jack
el Destripador.
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