No sé por qué estoy nerviosa. Sólo es una quedada de amigas ¿no?, no tendría por qué estarlo. Pero siento que hay algo en mí que no opina lo mismo. No, sólo somos amigas, no puede haber algo más entre nosotras. ¡Qué locura!, si yo no soy lesbiana, o sea que nunca he sentido nada por una chica. Y entonces, ¿por qué estoy tan nerviosa?
No paro de mover la pierna. Quiero que pare, hasta me esfuerzo en hacerla parar. Pero la pierna no me responde, y sigue ahí, con una especie de tic que lo único que consigue es que me ponga más nerviosa. Pero es algo que no puedo evitar, siempre me ha pasado desde pequeñita. Mi madre siempre sabía cuando mentía con sólo verme la pierna mientras estaba sentada. Una vez le oculté un examen de matemáticas que suspendí, y viendo mi pierna moverse fue inmediatamente a mi habitación y lo encontró entre un montón de libros. ¡Maldita pierna, siempre me has traído problemas!
Sigo esperándola. Miro el reloj, y descubro que ya lleva diez minutos de retraso. Sigo nerviosa, ansiosa, o incluso aún más; y sigo sin entender nada de lo que me pasa. Veo desde el banco a la gente pasar, madres con sus niños, parejas felices, ancianos paseando y hablando. Nunca me ha gustado esperar a la gente. Si quedamos a una hora, quedamos a esa hora ¿no? Pero soy bastante tonta, pues tendría que irme ahora y dejarla plantada, como me han hecho a mí muchas veces; pero ya veis, sigo aquí esperando.
De repente noto que alguien toca mi hombro. Me giro. Es ella.
Se sienta a mi lado, y me da dos besos. Cuando me los da, no puedo dejar de sentir una fuerte alegría, una sensación rara en mí. Era como si me gustase, pero era un simple saludo. Eran los típicos besos que se da cuando saludas a un conocido, y luego viene los "¿Qué tal?" y "No te había visto" y otras cosas más por el estilo. Ahora quiero que me de otros dos, y otros dos, y otros...
Comenzamos a hablar del día y tal. Ella me cuenta lo que ha hecho, que ha tenido una pequeña discusión con un profesor por un examen, que luego ha estado tocando la guitarra en casa y ha aprendido una nueva canción, que ha llegado tarde porque tenía que sacar al perro y no sé que otras cosas. Me sentía muy embobada. Me encantaba oír su voz. Una voz muy dulce, melódica, con esa risa de niña pequeña... no sé, para mí era el mejor sonido que había escuchado jamás.
Juntas nos dirigimos a un parque cercano, no sin antes comprar unas bolsas de chucherías y pipas. Nos sentamos en la hierba, junto al lago. Seguíamos hablando. Mientras me hablaba yo la miraba a sus ojos, esos preciosos ojos verdes, tan penetrantes, tan llenos de vida y alegría. En ellos se reflejaba su personalidad tan abierta y sincera. También me fijaba en su pelo oscuro, con esa mecha rosa que le caía por el hombro. Si sus ojos mostraban su inocencia, su mecha mostraba su lado rebelde. Ella era así, siempre juntando sus dos personalidades opuestas.
Los minutos pasaban, las horas también. No quería irme a casa, quería seguir con ella. Vuelvo a repetir que no sé el por qué. Entiendo que pronto tendré que volver a casa, que esto ha sido una simple tarde para pasar el rato. Pero esa tarde era especial, estaba ella. No sé por qué, pero esa era la razón por la cual no quería que la tarde acabara.
-Oye, ¿te pasa algo conmigo? Como me estas mirando todo el rato de una forma... rara.
Esa pregunta me deja bastante sorprendida. Tardo un poco en asimilarla. ¿Que qué me pasaba?, no sabría qué contestar:
-¿Yo? Em, nada..., bueno, en realidad,...no nada,...es que...- ¡Qué ridículo más grande! De los nervios ya ni puedo hablar ¿Y cómo le voy a contestar si ni siquiera sabía qué me pasaba?
-¿Qué ocurre? ¿Te gusto o algo?
Esa pregunta me deja boquiabierta. Quiero morirme de la vergüenza. Tal vez fuera eso, que me gustaba, pero no se lo voy a decir, aunque una parte desea que sí. Tengo unas ganas inmensas de llorar, pero me contengo
-¡No!- ¿pero para qué respondo con un no?- es decir, a ver... yo... la verdad es que... a ver que me explique...
Ya ni sé qué decirle. Mi corazón palpita muy rápido, y la respiración comienza a entrecortarse. La vergüenza que siento no es normal. Tengo ganas de correr, y huir de allí. No volverla a ver jamás, aunque eso me doliera.
Pero entonces noto su mano en mi mano. Me la acaricia suavemente. Me tranquiliza bastante. Respiro aliviada. La miro, y ella me mira a mí. Deja mi dedo y se apoya en mi rodilla mientras comienza a acercarse más a mí. No sabría decir si es de forma voluntaria o involuntaria, simplemente me dejo llevar. Cierro los ojos, y sigo acercándome a ella, más y más cerca, hasta notar su respiración. Y es en ese momento cuando noto que nuestros labios se juntan.
La noto en mí. Siento una sensación tan agradable, indescriptible, pero sé que es maravillosa. El tiempo se me pasa lento, pero creo que el beso no durará más de diez segundos. Suficiente para mí, aunque noto que quiero más. No quiero probar otros labios. Quiero los suyos. Los de ella.
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