El tormento y la soledad son palabras feas y deprimentes para cualquiera, pero son como amigas mías. Para mí no son amargas ni frías, son dulces como la miel.
Pero, ¿por qué volvéis a mí? No tengo nada en contra vuestra, pero quiero saber el porqué. Sólo soy un pequeño ser sin importancia que no tiene nada para vosotras. Es cierto que suelo pasear solo por la ciudad, un poco abandonado, pues no tengo a nadie conmigo; mas no quiero ahora vuestra compañía.
¿Sabéis lo que pido? Un último baile. Un pequeño baile para olvidar mi dulce sufrimiento. Quiero bailar con el viento, con la lluvia y con la tormenta. Y después escapar para volver a empezar desde el principio. Todo para olvidar este tormento. Remover el cielo, el día y la noche, y seguir bailando con la lluvia y el viento. Con todo el ruido a mi alrededor, sin temor y sin sentir dolor.
He pagado mis delitos y mis pecados, a cambio de este sufrimiento que a la vez ya es dulce para mí, pero sólo soy un niño de este mundo. Una falsa sonrisa muestro al mundo, para que éste pueda seguir girando. Pero, ¿y si no quiero?
No quiero ni el Sol, ni la luz, pues no me hacen feliz a mí. Yo quiero que el cielo no sea azul, sino gris y oscuro. Que pueda bailar con el viento sobre la tormenta negra.
Y no permito que me sigan cortando las alas, ni que me encadenen al suelo mientras los demás me ven una y otra vez ahí y sin hacer nada por mí. Quiero, en la tormenta y sobre las nubes grises, poder volar y bailar sobre ellas. Ser libre.
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