No se lo imaginó así. No pensaba que fuera así realmente. Creía que la vida de casada sería de otra forma, no de esta. Tendría que tener un trabajo, hijos que fueran al colegio y sacasen buenas notas, y un marido cariñoso que siempre la complaciera. Pero todo eso eran simples sueños estúpidos que no se asemejaban a la realidad.
Miraba el reloj. Eran las dos y media. Su mano temblaba, y le costaba sostener el cuchillo, pero podía sostenerlo. "Tranquilízate" se decía, "no llegará hasta dentro de una hora, todavía tienes tiempo". Se frotó los ojos con la palma de la mano. Comprobó que no le temblaban. Bien. Sujetó el cuchillo y comenzó a cortar las verduras.
A su mente venían imágenes de hace cinco años, cuando eran novios. Dios, que felices eran. Que tiempos aquellos cuando estaban bien enamorados. Cuando él le daba solo caricias y besos. Cuando él la trataba como se merecía. Cuando...Cuando...Cuando todo iba bien. Y ahora no, ahora era diferente, ahora era peor. Era horrible. Una pesadilla de la que nunca se despertaría. Pero tenía que hacerlo, o no aguantaría más.
Apartando las verduras a un lado, noto un fuerte escozor en el antebrazo. Se remangó la manga y contempló el arañazo que le cubría todo el antebrazo. Se estaba haciendo costra, pero no cicatrizaba demasiado bien. Normal si recibía muchos golpes en ese mismo sitio. Sopló un poco a la espera de que el escozor desapareciera, pero no funcionó. Dejó la manga remangada para que le llegase aire a la herida. A lo mejor así desaparecería el escozor.
Siguió cocinando. Volvió a mirar el reloj para comprobar la hora. Quedaban cuarenta y cinco minutos para que llegase. Aún tenía mucho tiempo antes de que llegase. Si no estaba la comida a tiempo para él, iba a sacar su peor lado. Lo mejor era que estuviese contento. "Sí, eso es, contento, así no sucedería nada" pensó.
Más imágenes le venían a la mente. Después de la boda, todo cambió. No quería salir con ella. No quería hacer nada con ella. Comenzó a mandarla a hacer cosas que él no quería hacer. Abandonó su trabajó porque se lo ordenó. Empenzó a amenazarla, a insultarla. Hasta que comenzaron los golpes, y hasta una paliza. Pero siempre después aparecía con un ramo de flores suplicando perdón. Y ella, no le creía.
Pero era difícil dejarle. No viviría sin ella. Dependía de ella. Era complicado de entender, pero era verdad. No podía abandonarlo, por mucho que quisiese. No podía denunciarlo. Tampoco le decía nada a nadie. Tenía miedo, mucho miedo. Miedo de que un día cometiese una locura y...
El sonido de unas llaves en las puerta la interrumpieron. No, no podía ser. "No, no, es imposible" pensaba. Miró el reloj. Aún faltaba media hora, ¿por qué venía tan temprano?. Se fijó que aún no tenía preparada la comida como él le ordenó. "Mierda, me va a...a....".
Angustiada, comenzó a recogerlo todo. Unos pasos se iban acercando. "Vamos, vamos...". Solo pudo meter las verduras a la cazuela cuando él ya estaba en la puerta de la cocina. Tenía la camisa medio desabrochada. Despeinado. Seguramente había estado con otra mujer. Pero todo eso no le importaba, solo se fijaba en sus ojos. Causaban terror a cualquiera. Era lo más terrorífico que veía. Nada lo superaba. El hombre se acercó poquito a poco. Y con una voz grave que imponía susurró unas pocas palabras.
-¿Dónde está mi comida?
-Pues...es...yo...no...-del miedo que sentía tartamudeaba.
-¿No la tienes?
-No-lo dijo tan bajito, que casi no se oyó.
El hombre dio un paso hacia atrás. No dijo nada. Esperó a que su mujer levantara la cabeza. Cruzaron una mirada, que se vio interrumpida por una bofetada. Sonó tan fuerte que se oyó por toda la casa. La mujer calló al suelo. Comenzó a llorar e intentó ponerse en pie, con una mano tapando la mejilla dolorida. El hombre la agarró de los hombros, con mucha rapidez. La empotró contra la pared con tal fuerza que una foto colgada se cayó, rompiéndose el cristal en varios pedazos.
-¡Te dije que quería la comida cuando llegase y no está!
-Dijiste...-sollozaba-dijiste que vendrías a las tres, no a las dos y media.
-¡Encima la culpa la voy a tener yo!¡Tú eres una inútil que no vales para nada!
La tiró al suelo. Ella dio un pequeño grito, pero no muy fuerte. El hombre cogió las llaves y salió de la sala.
-Me das vergüenza-dijo antes de salir. No se molestó ni siquiera en ayudar a levantar a su mujer. Le daba absolutamente igual.
La mujer intentó incorporarse. "Voy al bar. Más vale que esté la comida hecha cuando llegue" fue lo que dijo su marido, justo antes de oír un fuerte portazo.
Se sentó y se acercó a la pared. Apoyó la dolorida espalda contra ella. Apoyó la cabeza contra las rodillas, y comenzó a llorar desconsoladamente. "Estoy harta. Harta" se decía a sí misma. La pesadilla debía terminar. Tenía que huir. Tenía que correr. Tenía que vivir.